El Narcisismo

Excesivo individualismo, culto a lo privado, ansia de éxito, de imagen y de poder… Vivimos en la “cultura del yo”, en “la generación de Narciso”. Atrás queda la solidaridad, “la pasión por el nosotros” ¿Cómo se cura esta enfermedad? (Trechera, 1996)

Introducción al concepto del narcisismo

La personalidad narcisista es cada vez más frecuente en la sociedad occidental y desde luego esto no es una buena noticia, ni para la sociedad en su conjunto, por la individualidad y falta de humanidad que conlleva; ni para la persona que la sufre, por el vacío de vivir distanciado del Ser que la herida narcisista supone.

Pero, ¿qué es el narcisismo? En lenguaje coloquial se describe a la persona narcisista como “aquella cuya preocupación se centra en ella misma con exclusión de cualquier otra.” 

Otto Kernberg (1979), un relevante psicoanalista experto en la materia, afirma que “en los narcisistas se encuentran diversas combinaciones de ambición desmedida, fantasías de grandeza, sentimientos de inferioridad y excesiva dependencia de la admiración y aclamación externas. También son características de la personalidades narcisistas la inseguridad e insatisfacción crónicas acerca de sí misma, la explotación consciente o inconsciente de los demás y la crueldad hacia las otras personas”.

El narcisismo como estilo de personalidad, la preponderancia ha de ser bien elevada en una sociedad y cultura que en sí misma es cada vez más narcisista y donde la “patología” empieza a convertirse en “normalidad”.

A continuación distinguiremos entre el trastorno narcisista de la personalidad y la personalidad narcisista. Como trastorno psiquiátrico éste no es estadísticamente muy frecuente (inferior al 6% según el DSM-V), pero como estilo de personalidad, aunque no haya encontrado cifras disponibles, la preponderancia ha de ser bien elevada en una sociedad y cultura que en sí misma es cada vez más narcisista y donde la “patología” empieza a convertirse en “normalidad”. De hecho, han sido numerosos las voces y escritos en la red que anunciaban que este trastorno podía desaparecer de la biblia de la psiquiatría, según se conocía de los borradores del DSM-V. No es así en la versión final recientemente publicada, que sí lo incluye, quizás por la alarma y críticas que desencadenó.

El trastorno narcisista se caracteriza por un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía.

El trastorno narcisista de la personalidad, según el DSM

En el DSM IV el trastorno narcisista se caracteriza por:

Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:

1. Tiene un grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados).
2. Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
3. Cree que es “especial” y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus.
4. Exige una admiración excesiva.
5. Es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas.
6. Es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7. Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
8. Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él.
9. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.

Como novedad el DSM-V pone atención en que:

“Las características típicas del trastorno de personalidad narcisista son la autoestima variable y vulnerable, con intentos de regulación a través de la atención y aprobación que buscan, además de grandiosidad abierta o encubierta”.

El narcisista queda atrapado en su imagen, entre la imagen de quién imagina que es y la imagen de quien es en realidad, se identifica con la imagen idealizada de sí mismo, quedando perdida la imagen del yo que les resulta inaceptable, no quieren ver su verdadero yo.

La personalidad narcisista. ¿Qué caracteriza a la personalidad narcisista?

El narcisismo es una enfermedad tanto psicológica como cultural. En el plano individual, denota un trastorno de la personalidad caracterizado por una dedicación desmesurada a la imagen en detrimento del yo.

El narcisista está centrado en sí mismo, pero no en su verdadero sí mismo, sino en una imagen mental idealizada de sí. Es muy dependiente de la actitud positiva de los demás hacia ellos. Consideran que los demás existen únicamente para apoyarlos. No ven a los demás como autónomos, diferentes, dignos de lo que son, un fin en sí mismos. No consideran las necesidades de otros tan importantes como las suyas propias, a menudo ni siquiera perciben que los demás tienen necesidades.

El narcisista queda atrapado en su imagen, entre la imagen de quién imagina que es y la imagen de quien es en realidad, se identifica con la imagen idealizada de sí mismo, quedando perdida la imagen del yo que les resulta inaceptable, no quieren ver su verdadero yo. La imagen inflada que tienen los narcisistas de sí mismos les ayuda a evitar la vergonzosa experiencia de sentirse vacíos e impotentes. En los narcisistas impotencia y omnipotencia existen juntas en polaridad. El narcisista impotente tiene una imagen grandiosa de sí mismo, a la que nunca puede llegar, fundamento que hace comprensible la experiencia de impotencia.

Los narcisistas no funcionan basándose en una imagen del yo real, porque ésta les resulta inaceptable, por ello se identifican con la imagen idealizada de sí mismo.

A los narcisistas les preocupa más su apariencia que sus sentimientos. De hecho, no los aceptan si éstos se contradicen con la imagen deseada. Al actuar con frialdad, tienden a ser seductores y manipuladores, a luchar por conseguir poder y control. Les falta el sentido del yo que se deriva de los sentimientos corporales. La vida les parece vacía y falta de significado, al carecer de un sentido del yo sólido. Viven en un estado de desolación.

Los narcisistas no funcionan basándose en una imagen del yo real, porque ésta les resulta inaceptable, por ello se identifican con la imagen idealizada de sí mismo. Pero , ¿cómo pueden negar o ignorar su realidad?. Para ello es necesario que se desconecten de su cuerpo, ya que la imagen del yo real tiene que ser una imagen corporal. Su comportamiento no está motivado por sus sentimientos (que se alojan en el cuerpo) sino que la consciencia se vale de imágenes que son las que regulan sus actos.

«Estoy firmemente convencido de que la ausencia de sentimientos es el trastorno básico de la personalidad narcisista, y lo que permite preponderar a la imagen». (Lowen, 2000)

La falta o negación de sentimientos

Actuar con frialdad emocional es el trastorno básico que distingue a la personalidad narcisista. La causa hay que buscarla en la infancia, en la que los sentimientos estuvieron demasiado o demasiado poco presentes. Por ejemplo, una madre histérica y un padre que jamás expresa sentimiento alguno.

Para mantener ante sí mismos y los demás esa imagen ideal necesitan evitar sentir/se, desconectándose de su cuerpo, que es donde se alojan las emociones reales.

¿A través de qué mecanismos?

a) El mecanismo es la supresión de los sentimientos, a través de tensiones corporales que se convierten en crónicas, por ejemplo, la ira negada genera tensión en la parte alta de la espalda y en los hombros.

b) La negación de los sentimientos es otro mecanismo que utiliza la personalidad narcisista, que se consigue reduciendo la movilidad del cuerpo. Una emoción es un movimiento “moción” significa acción y efecto de moverse o ser movido; el prefijo “e” indica que el movimiento es en dirección hacia afuera. El sentimiento de amor, por ejemplo, se experimenta como un impulso para llegar hasta alguien; la ira, como el impulso de golpear; la tristeza, como el impulso de llorar. Si el impulso funciona preparando a los músculos para actuar, entonces se experimentará como una emoción. No hace falta dar golpes para sentirse airado, pero el cuerpo se prepara para la posibilidad de tal acción. La mayoría de personas aprietan los puños de manera espontanea ante un sentimiento intenso de cólera. En otros casos, es en la mirada donde se expresa el enfado que ha salido a la superficie. No es posible que una persona sienta una emoción y no la exprese de alguna forma, por sutil que sea ésta. De este modo la rigidez corporal “mata” al cuerpo al restringir la respiración y disminuir la motilidad.

c) Sin embargo muchos narcisistas tienen un cuerpo bastante ágil y flexible. Esto lo logran a través de otro mecanismo distinto al bloqueo del movimiento, que es el bloqueo de la función perceptiva, es la selección perceptiva. A menudo ésta es una decisión subliminal, al margen de la conciencia. En el cuerpo, el punto clave de tal tensión está en la base del cráneo, en los músculos que ligan la cabeza al cuello. La tensión muscular en esta zona parece bloquear el flujo de las emociones que va desde el cuerpo hasta el interior de la cabeza, que queda así desconectada del sentimiento corporal.

El narcisista no puede amar al otro como es, porque no lo ve, y porque sus imperfecciones son vividas como tragedias, como algo que no puede sostener o soportar, que lo desestructura.

¿Se niegan todos los sentimientos?

“La expresión de los sentimientos en los individuos narcisistas suele tomar dos formas: la rabia irracional y la sensiblería o sentimentalismo” (Lowen, 2000). La rabia es una forma distorsionada de dejar salir el enfado y la sensiblería es un sucedáneo del amor. Las explosiones de rabia narcisista van estrechamente ligadas a la experiencia de la frustración, a que las cosas no salgan como quieren, en otras palabras, a sentirse impotentes. Esta rabia está asociada con la traición original sufrida en la infancia.

Algunas de las emociones secundarias más frecuentes de los narcisistas son la desilusión, la ira, la vergüenza y la envidia. Así, una de las dificultades mayores de este tipo de personalidad es el cómo manejan la desilusión, ya que no puede sentir “un poco de desilusión”. No puede sentir desilusión sin hundirse. No puede vivir la continuidad sino la dicotomía. Sus expectativas están infladas en forma de todo-o-nada, por ejemplo, vive una nueva relación como la pareja ideal, pero tras la desilusión (que lógicamente siempre llega) la pareja se cae del pedestal y pasa a ser “de lo peor”. No puede amar al otro como es, porque no lo ve, y porque sus imperfecciones son vividas como tragedias, como algo que no puede sostener o soportar, que lo desestructura.

La envidia , de otro lado, está siempre presente en la personalidad narcisista, aunque quizás sea una de las emociones menos reconocidas. Y ésta es la fuente de la hostilidad, el rechazo, el desprecio y los deseos destructivos y autodestructivos que están a su vez frecuentemente proyectados en el entorno, existiendo una cualidad paranoide en el funcionamiento de estas personas. Debido a su egocentrismo, a menudo creen que lo que está ocurriendo en el ambiente es una afirmación acerca de ellos, es decir, lo personalizan. Otra característica de esta reacción paranoide es la desconfianza frente a cualquier recepción positiva, no creyendo que la retroalimentación positiva sea honesta, de modo que mirará con desprecio a las personas que le proporcionan caricias positivas, a pesar de todo lo que las anhela.

“Sin perder nunca los estribos” (Trechera, 1996). Nada de excesos, de desbordamientos, de tensión que lleve a perder los estribos. Los individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, motivado por los riesgos de inestabilidad que sufren en sus relaciones interpersonales. Su objetivo es no depender de nadie, no atarse a nada.

El papel de la imagen es una forma de intentar compensar su sentido de inadecuación. La imagen en sí misma es la negación de los sentimientos.

La necesidad de proyectar una determinada imagen o arrogancia del ego

El papel de la imagen es una forma de intentar compensar su sentido de inadecuación. La imagen en sí misma es la negación de los sentimientos. Por medio de la identificación con una imagen de grandiosidad, uno puede ignorar el dolor de realidad interna. Por ejemplo, presentarse como alguien comprometido con “hacer el bien a los demás”, que puede encubrir en la realidad un ejercicio de poder sobre las otras personas.

Para comprender la diferencia entre “el yo real” y “la imagen”, conviene definir y diferencia el YO del EGO. Para la bioenergética (Lowen, 2000), el YO es un fenómeno biológico, no psicológico. El “yo” son aquellos aspectos del cuerpo que tienen que ver con los sentimientos. El “yo” no se puede experimentar más que como un sentimiento. En cambio el EGO es una organización mental que se desarrolla a medida que el niño crece. El ego no es el yo. El ego representa la consciencia del yo. Al disociar el ego del cuerpo o yo, los narcisistas separan la conciencia de lo que es su fundamento vivo.

Según el funcionamiento del cuerpo una persona se puede sentir sana o enferma, con ánimo o desanimada, vital o deprimida, sexualmente excitada o impotente. Como se sienta dependerá de lo que está sucediendo en cuanto a su función corporal. La voluntad o el ego no es capaz de crear un sentimiento, aunque puede que intente controlarlo. No es posible generar verdaderamente a voluntad la respuesta sexual, el hambre, el sentimiento de amor o incluso la ira.

Lo corriente es pensar que el narcisismo es un amor desmesurado por uno mismo, sin embargo, esto es sólo parcialmente correcto. Los narcisistas son tan insensibles a las necesidades del otro, como a sus propias auténticas necesidades. El narcisista no se ama a sí mismo, ama a su imagen, no a su yo real.

¿Exceso de amor a uno mismo?

Lo corriente es pensar que el narcisismo es un amor desmesurado por uno mismo, sin embargo, esto es sólo parcialmente correcto. Los narcisistas son tan insensibles a las necesidades del otro, como a sus propias auténticas necesidades. El narcisista no se ama a sí mismo, ama a su imagen, no a su yo real.

Hablar de “un grado razonable de narcisismo”, equiparando narcisismo a amor por uno mismo, es –en mi opinión- desvirtuar el concepto de narcisismo, o tratarlo de una manera muy superficial. ¿Se puede hablar de un “grado razonable de narcisimo”?. Esto es, ¿se puede hablar de un “grado razonable de amor a uno mismo”? El amor a uno mismo o a los demás no tiene porqué ser comedido. El amor crece cuando nos amamos y amamos, no hay un valor óptimo intermedio. Dice S. Freud: “El que ama se hace humilde. Aquellos que aman, por decirlo de alguna manera, renuncian a una parte de su narcisismo”, de modo que aquí queda más claro que es narcisismo está muy alejado del amor.

El narcisismo es completamente diferente del amor a sí mismo. El narcisista no se ama, no está satisfecho de sí y por eso es codicioso. La codicia siempre es consecuencia de una grave frustración, ya sea codicia de poder, de comida o de cualquier cosa. La codicia se debe siempre a un vacío interior. He aquí la gran paradoja de la personalidad narcisista; por un lado es incapaz de captar nada externo a sí mismo y por otro, necesita constantemente el apoyo, la confirmación del suministro exterior narcisista para el mantenimiento de su autoestima (Trechera, 1996).

La imagen en el narcisista tiene también una función externa en relación con el mundo. Es una forma de conseguir la aceptación de los demás, de seducirlos y de ganar poder sobre ellos. El afán de poder y control es característico de todos los individuos narcisistas.

El afán de poder y control

La imagen en el narcisista tiene también una función externa en relación con el mundo. Es una forma de conseguir la aceptación de los demás, de seducirlos y de ganar poder sobre ellos. El afán de poder y control es característico de todos los individuos narcisistas. No todo narcisista consigue poder, ni toda persona que tiene poder es narcisista, pero la necesidad de poder es parte del trastorno narcisista.

El narcisista niega la tristeza y el miedo porque su expresión hace que la persona se sienta vulnerable, permite a la persona proyectar una imagen de independencia, valor y fuerza. Esta imagen esconde su vulnerabilidad, tanto ante sí misma como ante los demás.

Carente de la fuerza efectiva que surge de los sentimientos intensos, el narcisista necesita y busca el poder para compensar esa deficiencia. El poder parece dar energía a la imagen narcisista, darle una potencia que de otro lado no tendría.

El control tiene la misma función que el poder, les protege de posibles humillaciones. Necesitan asegurarse de que no existe posibilidad alguna de que otra persona tenga poder sobre ellos. Todo narcisista alberga un profundo temor a que le humillen.

El narcisista intenta trascender por medio del poder sus sentimientos de indefensión y dependencia. Aunque se lo nieguen, necesitan también a la gente pero no se atreven a pedir ayuda, porque abriría la herida narcisista que la persona sufrió en la infancia, cuando indefenso y dependiente, uno de los progenitores le utilizó abusando de su poder.

La rabia puede desencadenarse también frente a situaciones que sean vividas como desafío de poder, por ejemplo, el caso de un padre narcisista con su hijo. La desobediencia del hijo puede ser vivida con una rabia desproporcionada y con frustración, es como si al no obedecerle el chico desafiara su poder. De niño, para el narcisista, el ganar o el perder supuso una experiencia de vida o muerte. Por ello, de adulto, el perder da mucho miedo, porque no sólo es un fracaso, sino que inconscientemente, puede ser la muerte. “Si yo no tengo poder, estoy muerto” es una creencia inconsciente irracional , que puede vivirse como “lo que más temo es no poder controlar una situación”.

De otro lado, el narcisista intenta trascender por medio del poder sus sentimientos de indefensión y dependencia. Aunque se lo nieguen, necesitan también a la gente pero no se atreven a pedir ayuda, porque abriría la herida narcisista que la persona sufrió en la infancia, cuando indefenso y dependiente, uno de los progenitores le utilizó abusando de su poder.

Como mecanismo de defensa se consideran superiores, creyendo que no necesitan a nadie. Y muchas veces parece que así sea, porque no son presa de las ansiedades humanas.

El narcisista grandioso y el narcisista sensible forman parte de una polaridad del narcisista, lo que cambia es el lado que se muestra y el que permanece oculto (luz / sombra), también hacia uno mismo.

El narcisista grandioso y el narcisista sensible

Wardetzki (2012) subraya la interesante clasificación dual (y complementaria) del concepto del narcisismo. Distingue entre dos clases de narcisistas o patrones de reacción: el narcisista abierto (o grandioso, impasible e insensible) y el narcisista encubierto (o inferior-depresivo, hipervigilante y sensible):

• El narcisista grandioso (o abierto) se caracteriza por su afán de poder, por ser desconfiado, arrogante, agresivo, egocéntrico, soberbio y por no prestar apenas atención las reacciones de los demás. Adopta la posición del “emisor” del que parte toda la información, no le gusta escuchar y apenas procesa lo que dicen los demás.

• El narcisista sensible (o encubierto) se muestra en cambio como un oyente “realmente cualificado”. Esto significa que escucha atentamente para reconocer las señales de rechazo y crítica. Es extremadamente sensible a las reacciones de los demás y evita ser el centro de atención. Sus rasgos de identidad son la sensibilidad, la timidez, la depresión, la vergüenza y el sentimiento de humillación.

Para esta autora, estos dos perfiles se corresponden fundamentalmente con la variante masculina y femenina del narcisismo. Masculino y femenino no significa necesariamente que sólo puedan adscribirse varones al primero y mujeres al segundo. No, ambos sexos pueden encarar estos dos perfiles. Con todo, la mayoría de las mujeres manifiestan una forma femenina de narcisismo y la mayoría de los hombres una forma masculina.

Personalmente encuentro esta distinción muy útil para la práctica terapéutica, porque ambos estilos de narcisismo forman parte de una polaridad del narcisista, lo que cambia es el lado que permanece oculto y el que se muestra (luz-sombra), también hacia uno mismo.

Las personas, por regla general, buscan en las relaciones de pareja un perfil complementario. El deseo que anida aquí es desarrollarse plenamente con ayuda del otro y sanar las carencias, heridas y rechazos del pasado. De esta manera ambos miembros se descargan, por así decir, de un lado de su yo, y lo viven a través del otro.

El narcisista y el narcisista complementario

Wardetzki (2012) en su libro “El amor vanidoso” hace una excelente exposición acerca de cómo fracasan las relaciones de pareja narcisistas. El narcisista y el narcisista complementario se coimplican como el sol y la sombra.

El narcisista complementario también tiene una estructura narcisista, solo que de signo contrario (Willi, 1983) . El narcisista está enredado en la grandeza de su yo, mientras que el narcisista complementario, en cambio, vive en un narcisismo encubierto caracterizado por la timidez, la excesiva sensibilidad y la infravaloración de sí mismo.

En lo tocante a su conducta relacional, el narcisista grandilocuente se pone más a la defensiva y mantiene más claramente la distancia emocional, siguiendo un patrón de apego evasivo. Por eso pasa por ser el egocéntrico de la relación. El narcisista complementario, en cambio, parece altruista y abnegado; y pese a ser el más necesitado de apoyo, tiende a evitar relaciones demasiado estrechas por miedo al rechazo.

La causa de este “reparto de papeles” reside en la estructura psíquica interna de las personas narcisistas, cuya vivencia está desdoblada: grandeza y superioridad por un lado, por el otro nulidad, insignificancia y minusvaloración, llegando incluso al sentimiento de inexistencia.

Las personas, por regla general, buscan en las relaciones de pareja un perfil complementario. El deseo que anida aquí es desarrollarse plenamente con ayuda del otro y sanar las carencias, heridas y rechazos del pasado. De esta manera ambos miembros se descargan, por así decir, de un lado de su yo, y lo viven a través del otro. El narcisista grandilocuente ya no tiene que vivir su sentimiento de inferioridad cuando se empareja con una mujer que ocupa el otro polo. Puede ser entonces el hombre fuerte y dejar que su mujer encarne la debilidad. La ventaja que en esta operación obtiene la mujer es de descargar la responsabilidad sobre los hombros del otro, y no tener que tomar decisiones sin hacer esfuerzos. Ella proyecta en el hombre las aspiraciones de grandeza que le avergüenzan, protegiéndose así de la necesidad de hacerse valer.

Los padres del narcisista no le proporcionan suficientes cuidados y, sobre todo, apoyo a nivel emocional, al no reconocer y respetar la individualidad de la criatura, pero a la vez intentan seducirlo para moldearlo según la imagen que ellos tienen de cómo debe ser el niño.

La génesis del trastorno narcisista

Todo tipo de narcisismo se origina por las dificultades en la relación entre padres e hijos. Los padres del narcisista no le proporcionan suficientes cuidados y, sobre todo, apoyo a nivel emocional, al no reconocer y respetar la individualidad de la criatura, pero a la vez intentan seducirlo para moldearlo según la imagen que ellos tienen de cómo debe ser el niño. Ellos proyectan su narcisismo sobre su hijo: “Yo soy especial, y por tanto mi niño es especial”. Las experiencias infantiles tempranas del narcisista se caracterizan por una falta de contacto auténtico con los padres.

Wardetzki (2012) se refiere al “Yo expandido” como la actitud acaparadora del narcisista , en relación al entorno, por lo que se priva al otro de su propio yo. No se respetan los impulsos, sentimientos y necesidades del otro como ser independiente, sino que se le anexiona a uno mismo con el fin de expandir el propio yo. Por medio de mecanismos de la expansión del propio yo, la persona narcisista fuerza inconscientemente a los demás a asumir la definición que él hace de ellos.

La sociedad narcisista de hoy en día, abonará el terreno y consolidará este tipo de personalidad, si bien cabe pensar que “no puede generarla” ya que el carácter se hace en los primeros años de vida.

De niños, los narcisistas sufren lo que el psicoanálisis describe como una grave herida narcisista, un golpe a la autoestima que moldea su personalidad y deja en ella una cicatriz. Tal herida conlleva una humillación, que representa en concreto la experiencia de sentirse impotente mientras la otra persona disfruta del ejercicio del poder y del control sobre uno.

Humillación seguida de seducción

En primer lugar se produce una experiencia humillante de impotencia, a la que le sigue un proceso de seducción, mediante el cual se le hace creer al niño que es un ser especial. Esto se ve acompañado de un rechazo, tanto en la humillación como en la seducción, y sucede con frecuencia que el progenitor que seduce también rechaza.

De niños, los narcisistas sufren lo que el psicoanálisis describe como una grave herida narcisista, un golpe a la autoestima que moldea su personalidad y deja en ella una cicatriz. Tal herida conlleva una humillación, que representa en concreto la experiencia de sentirse impotente mientras la otra persona disfruta del ejercicio del poder y del control sobre uno. “Todos mis pacientes narcisistas han pasado por la experiencia de sentirse profundamente humillados durante su infancia, y esta humillación se la infringieron sus padres al utilizar el poder sobre ellos como medio de control” (Lowen, 2000).

El castigo físico no es la única forma de humillar a los niños, la crítica que les hace sentirse inútiles, inadecuados o estúpidos, cuando la crítica no va dirigida a servir de utilidad sino a demostrar la superioridad paterna. Algunos padres se ríen o burlan de sus hijos. También pueden minimizar los sentimientos de éstos, tildándolos de falsos o haciendo comentarios sarcásticos del tipo “lágrimas de cocodrilo”. La lista de formas de rebajar, machacar, herir al niño y negarle el respeto de su humanidad de su identidad puede ser muy larga.

El proceso de seducción de su infancia es el origen de que se sientan traicionados. Que se les rechace o se les hiera abiertamente provoca en ellos un sentimiento de cólera, pero sentirse traicionados por la falsa promesa que les hizo una persona en la que confiaban, genera en ellos una rabia asesina.

¿Cómo se produce la seducción? La palabra seducción viene del latín seducere, que significa apartar . La madre, por ejemplo, puede establecer una relación especial con el niño. El niño seducido puede hacer la siguiente conexión: “Mamá me quiere más a mí que a mi hermano o a mi padre, por tanto, soy superior a ellos”.

El niño se ve obligado a rechazar la parte de su yo a la que el progenitor pone objeciones, es decir, sus sentimientos corporales y el deseo de ser independiente. Con el tiempo, mentalmente cree que podrá controlar, y suprimirá, aquellos sentimientos que sean inaceptables y le causen dolor. Suprime y niega el temor a sus padres, la cólera que sintió cuando empezaron a usar la fuerza con él, y su tristeza y desesperación por la pérdida de su verdadero yo.

La promesa –explícita o implícita- de que va a ser muy especial es el cebo seductor que los padres le ponen delante al niño, para moldearle según la imagen que ellos tienen de cómo debe ser su hijo. Los padres tienden a identificarse con sus hijos y a proyectar en ellos sus propias aspiraciones y deseos insatisfechos.

Ser especial es ser superior al yo corporal. El niño se ve obligado a rechazar la parte de su yo a la que el progenitor pone objeciones, es decir, sus sentimientos corporales y el deseo de ser independiente. Con el tiempo, mentalmente cree que podrá controlar, y suprimirá, aquellos sentimientos que sean inaceptables y le causen dolor. Suprime y niega el temor a sus padres, la cólera que sintió cuando empezaron a usar la fuerza con él, y su tristeza y desesperación por la pérdida de su verdadero yo.

También está el caso de los padres que buscan la comprensión y la simpatía de su hijo y le tratan como a un igual, le colocan en una posición de adulto. El niño es seducido y utilizado, haciendo que el niño se sienta especial.

La seducción puede ser de distinta índole, también de tipo sexual, normalmente de manera inconsciente, tal y como describe el psicoanálisis y comparten, aunque más matizado, otras corrientes psicoterapéuticas.

Conforme avanza la terapia, el narcisista toma conciencia de haberse sentido incomprendido, utilizado, privado de libertad (en la manifestación de su verdadero ser) o invisible frente a lo que realmente era, incluyendo su experiencia emocional, necesidades, habilidades y debilidades.

¿Cuál es la vivencia o recuerdo de la infancia narcisista?

El narcisista en terapia casi siempre habla –al principio- de que nunca sufrió desilusiones, ni conflictos, ni decepciones, una experiencia idílica en su infancia, la cual fue magnífica y sin contratiempos, y manifiesta buena relación con los padres, especialmente con la madre, con quién tuvo una relación estrecha, y con quien ha quedado en simbiosis. Introyectó una imagen idealizada de al menos uno de los padres, para mantener cierta sensación de familia armónica, estructurada, amorosa y ordenada.

Con posterioridad, conforme avanza la terapia, el narcisista toma conciencia de haberse sentido incomprendido, utilizado, privado de libertad (en la manifestación de su verdadero ser) e invisible frente a lo que realmente era, incluyendo su experiencia emocional, necesidades, habilidades y debilidades. No se reconocieron ni se respetaron los sentimientos del niño, rara vez recibió elogios por sus logros, excepto si representaban la autoestima de los padres. Lo alababan en forma desmedida cuando no había un logro real, o los logros se minimizaban y se atribuían a los padres.

De la seducción a la explotación sólo hay un paso

Wardetzki (2012) lo simboliza en el concepto del “niño joya”: “yo era la joya de mis padres, me exhibían ante sus amigos y familiares… No veían mi angustia, sólo se veían a sí mismo y su orgullo de padres”. Estas palabras muestran con claridad cómo funciona la llamada explotación narcisista. No son las necesidades, la persona del hijo, las que adquieren un significado prioritario, sino el deseo de los padres de sentirse reconocidos, confirmados y aplaudidos. Y qué mejor forma de conseguirlo que a través de las dotes de su hijo, de la que los padres se apropian para compensar su propio déficit narcisista y elevar su autoestima. El niño desempeña su papel pese a representar para él una pesada carga y una fuente de angustia y de sentimientos de inferioridad. Al mismo tiempo, sobre el niño recaen grandes aspiraciones, surge ahí un dilema interior entre la nulidad y el ser alguien especial, entre la depresión y la grandeza, dilema que le acompaña al narcisista durante toda la vida. Esto conduce al “drama del niño dotado” (Miller, 1979).

No son las necesidades, la persona del hijo, las que adquieren un significado prioritario, sino el deseo de los padres de sentirse reconocidos, confirmados y aplaudidos. Y qué mejor forma de conseguirlo que a través de las dotes de su hijo, de la que los padres se apropian para compensar su propio déficit narcisista y elevar su autoestima.

“De la seducción a la explotación sólo hay un paso” se da, por ejemplo, cuando alguien ha de hacer por otro algo que realmente no entra dentro de sus responsabilidades, como es el caso de los niños que se ven obligados a apoyar a sus padres porque a causa de depresiones, adicciones u otros motivos no son capaces de cuidar de sí mismos. Se les asigna así el papel de padres. Se trata de una inversión directa de la relación padre-hijo: el niño se convierte en padre y/o madre, los padres en niño, lo que recibe el nombre técnico de “parentalización”. Es una de las formas que adopta la explotación psíquica del niño, pues en lugar de ser protegido, ha de proteger a los demás. Estos niños viven preocupados de lo que será mejor para papá o para mamá, y dejan de percibir lo que ellos mismos necesitan. No consiguen desentenderse de las necesidades y exigencias de los padres, y cuando lo intentan son invadidos por un intenso sentimiento de culpa. Es muy posible que estos niños hayan aprendido estos mecanismos y los utilicen de adultos, esto es, seduzcan y exploten.

Muchas de las personas con trastorno narcisista parecen bien integrados y son capaz de dar una imagen de «salud» en nuestra cultura narcisista.

Grados en la personalidad narcisista

Es posible que muchos lectores estén reconociéndose en algo de lo dicho aquí. Pero no en toda la crudeza del trastorno narcisista de la personalidad en un nivel de enfermedad psiquiátrica o forma “maquiavélica” o “maligna”. ¿Podemos hablar de niveles de narcisismo? Indudablemente sí. Yonteff (2002) lo incluye dentro de una categoría intermedia entre el neurótico y el psicótico, junto a la personalidad limítrofe, tal y como hace el reconocido psiquiatra en la materia Kernberg (1979) en su obra “Desordenes fronterizos y narcisismo patológico”. Si bien muchas de las personas con trastorno narcisista parecen bien integrados y son capaz de dar una imagen de “salud” en nuestra cultura narcisista.

Lowen (2000) desde la Bioenergética hace una escala de algunos de los caracteres, de menor a mayor gravedad en su narcisismo: carácter fálico-narcisista; carácter narcisista; personalidad límite; carácter psicopático; y la personalidad paranoide.

Kernberg (2005) distingue -aumentando el grado de enfermedad y de dificultad en la cura- entre: el trastorno de personalidad narcisista, el narcisismo maligno y el trastorno de personalidad antisocial (o psicópata).

Por tanto, sin que sea objetivo de este trabajo entrar en las diferenciaciones anteriores, que por ello sólo se nombran, podemos concluir que la herida narcisista puede estar presente tanto en lo que hoy en día podría considerarse una persona vista como “relativamente sana”, por estar bien integrada en la sociedad actual; hasta el psicópata, ése último “¿trastorno?” sin cura, según los expertos en la materia.

Podemos concluir que la herida narcisista puede estar presente tanto en lo que hoy en día podría considerarse una persona vista como «relativamente sana», por estar bien integrada en la sociedad actual; hasta el psicópata.

El acompañamiento de la personalidad narcisista

La cuestión del poder y del control también surge en el contexto terapéutico. No se producirá un cambio básico en la personalidad o en el carácter de un paciente, si es éste quien controla la terapia. Pero a la mayoría de los pacientes narcisistas les aterroriza ceder el control. No confían plenamente en el terapeuta y –dadas sus primeras experiencias- es comprensible que así sea. Tienen miedo a ser utilizados, tal y como les sucedió en el contexto familiar. Ven al terapeuta como alguien que tiene poder, y por ello se resienten contra él y le oponen resistencia. Éste es por supuesto, un problema de transferencia . Con todo lo necesitados que están, no pueden aceptar su dependencia de otra persona para que les ayude a cambiar la situación. Sentirse impotentes es demasiado humillante para ellos. Tienen que conservar el control de la situación.

El control se mantiene negando y suprimiendo los sentimientos. Pero el objetivo terapéutico es precisamente ayudar a los pacientes a abrirse y a aceptar sus sentimientos. Esto significa que tienen que aprender a dejar de controlar. Tienen que aprender a que les muevan sus emociones y sentimientos, incluso a dejarse llevar por sus respuestas emocionales –de otro modo jamás conocerán la gloria del amor y la euforia del gozo-. Pero nos encontramos aquí con un dilema: es precisamente el miedo a dejarse llevar por los sentimientos lo que asusta a los narcisistas. Este miedo hace surgir otro: el miedo a la locura, contra el cual movilizan todas sus defensas. Para ellos, perder el control es lo mismo que volverse locos (Lowen, 2000).

El control se mantiene negando y suprimiendo los sentimientos. Pero el objetivo terapéutico es precisamente ayudar a los pacientes a abrirse y a aceptar sus sentimientos. Esto significa que tienen que aprender a dejar de controlar. Tienen que aprender a que les muevan sus emociones y sentimientos.

Es importante trabajar con el narcisista el niño interior herido. La persona quedó herida en su niñez por rechazos o traumas reaccionando en la actualidad con miedo, desconfianza y sentimientos negativos de no ser amado e importante. Nace ahí un deseo de reconocimiento y aprecio que, en el caso de los narcisistas adultos, se expresa en exigencia de atención y amor constante.

Reconocemos al niño interior cuando la conducta y sentimientos que desencadena una determinada situación no se corresponden con la edad real del adulto. Para acceder al niño interior, el adulto tiene que establecer contacto con el niño que en su día fue. A veces opone resistencia al acercamiento a este lado herido del yo, se lo aparta, no queremos percibirlo. En realidad, el adulto rechaza a su niño interior del mismo modo que él en su día fue rechazado. Comenzar a trabajar con el niño interior desencadena reacciones emocionales muy intensas.

Es precisamente el miedo a dejarse llevar por los sentimientos lo que asusta a los narcisistas.

Si el trabajo con el niño interior es importante, no lo es menos, en mi opinión, el trabajo con el adulto interior en una fase posterior. Aunque haya posibilidades de reconocer y reconstelar escenas de la niñez, en algún momento el adulto tendrá que hacerse cargo de ese niño, que hoy en día no podrá rellenar semejante hueco de su infancia. Si aprende a reconocer al niño interior “disparado”, podrá desde un esfuerzo consciente, hacerse ayudar del adulto interior para sostenerse en la frustración de no poder recibir aquello que no se recibió. Aprenderá a reconocer su necesidad, apreciarse y nutrirse de su entorno, pero sobre todo, del amor hacia sí mismo. Larga y ardua tarea para el narcisista.

No obstante no es fácil que los narcisistas (más aún la tipología grandilocuente) vayan a terapia, y cuando lo hacen, con frecuencia es por crisis vitales. Cuando lo que hasta entonces definía su proyecto vital (estabilizadores emocionales que sostienen su autoestima frágil) se ha venido abajo, ya sea la pérdida de un trabajo, de una pareja, o por otras circunstancias que le llevan a cambios en los cuáles no saben cómo reaccionar. Pueden llegar a derrumbarse, con miedo, enfermedades psicosomáticas, depresiones por abandono, pensamientos de suicidio o sentimientos tanto de inferioridad como de desamparo y sin sentido.

Por regla general, la dinámica narcisista de los clientes se manifiesta en la relación con el terapeuta en forma de ambivalencia. Por un lado creen conocerlo todo mejor y poder resolver sus problemas por ellos mismos, por el otro las esperanzas y exigencias que depositan en la terapia son muy altas.

Para que la relación terapéutica tenga éxito es imprescindible que nosotros los terapeutas también nos confrontemos con nuestro lado narcisista.

Para que la relación terapéutica tenga éxito es imprescindible que nosotros los terapeutas también nos confrontemos con nuestro lado narcisista. Si nos sentimos humillados cada vez que un cliente no hace progresos y no nos ratifica en lo relativo a nuestra competencia, puede generarse una dinámica de explotación bajo el razonamiento: “tienes que curarte para que yo pueda tenerme por un buen terapeuta”.

Ya hablaba Miller (1979) del “complejo de psicoanalista”, y aunque no nombre –si bien recuerdo- la palabra narcisista, se está refiriendo a una experiencia de niñez y de vida basada en esta herida, que según en la experiencia de ella portan muchos terapeutas.

El aumento del trastorno narcisista

Cada contexto social crea su propio estilo de vida, una determinada jerarquía de valores, diversas pautas de comportamiento y sus propias patologías. El trastorno narcisista de la personalidad es una alteración típica de nuestro modo de vida. Dos influencias claves han propiciado el desarrollo actual del narcisismo. Por un lado, el contexto norteamericano y por otro, el enfoque filosófico de la postmodernidad. El trastorno narcisista se caracteriza por varios rasgos: imagen distorsionada de uno mismo, maquiavelismo, dominancia-poder, exhibicionismo y falta de empatía. Las consecuencias negativas del estilo de vida narcisista, desde un punto de vista psicológico y sociológico, son obvias (Trechera, 1996).

El trastorno narcisista se caracteriza por varios rasgos: imagen distorsionada de uno mismo, maquiavelismo, dominancia-poder, exhibicionismo y falta de empatía.

¿Qué ha podido suceder para que hayan aumentado los trastornos narcisistas, en comparación con épocas anteriores? La expansión creciente del narcisismo en occidente, según Lowen (2000), hay que buscarla en el contexto cultural que ha dado un giro casi de 180 grados. Lo que predomina hoy en día en nuestra cultura es una tendencia a considerar los límites como restricciones innecesarias del potencial humano. Los negocios se dirigen como si no existieran límites para el crecimiento económico. El poder, el rendimiento y la productividad se han convertido en los valores dominantes, y han desplazado a virtudes tan “anticuadas” como la dignidad, la integridad y el respeto a uno mismo.

Desde el punto de vista cultural, se puede entender el narcisismo como una pérdida de valores humanos –ausencia de interés por el entorno, por la calidad de vida, por las demás personas-. Una sociedad que sacrifica su medio natural para obtener dinero y poder, no tiene sensibilidad por las necesidades humanas. La proliferación de cosas materiales se convierte en la medida del progreso vital. Cuando la riqueza material está por encima de la humana, la notoriedad despierta más admiración que la dignidad, y el éxito es más importante que el respeto a uno mismo, entonces la propia cultura está sobrevalorando la imagen y hay que considerarla como narcisista.

Cuando la riqueza material está por encima de la humana, la notoriedad despierta más admiración que la dignidad, y el éxito es más importante que el respeto a uno mismo, entonces la propia cultura está sobrevalorando la imagen y hay que considerarla como narcisista.

Alzueta (2010) en su escrito La cultura narcisista señala como “ante la falta de creencia en los ideales colectivos, la sociedad en su conjunto opta por la vivencia inmediata del placer, el culto al cuerpo y a la moda, el hedonismo, siendo estos motivadores básicos de la conducta individual”.

Ante la carencia de un proyecto universal, el hombre occidental se refugia en el culto a la individualidad. Cada sujeto es el centro del mundo y del universo. Nuestra civilización occidental se caracteriza por perder de vista las necesidades del otro, por tener una anestesia social, y por buscar compulsivamente utensilios o experiencias que satisfagan la necesidad de gratificaciones inmediatas, vemos los hechos sin que nos afecten o interpelen. Es una cultura del “yo en primer lugar”. El culto al individuo puede dar lugar a la egocracia. Muchos sujetos se resguardan en el individualismo y en las experiencias inmediatas.

“Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe” (Jose Luis Sampedro)

Fuente: Almansa, C. 2015. El narcisismo en la Terapia Floral. Ponencia presentada al V Congreso de Terapia Floral de Sedibac, mayo 2015, Barcelona. Disponible on-line: https://www.gestaltceres.com/el-narcisismo-en-la-terapia-floral/

Aceptar la realidad como es, recuperar la capacidad de sentir y gestionar el dolor y el placer

¿Puedes decir aquí y ahora que este momento es perfecto? ¿Qué crees que necesitas para ser feliz? ¿Una pareja? ¿Un trabajo nuevo? ¿Otro cuerpo? ¿Dejar de sentir ansiedad?

El camino al éxtasis, como nos muestra Elma Roura, pasa por aceptar la realidad tal como es, volver al cuerpo, recuperar nuestra capacidad de sentir y aprender a gestionar y estar presentes tanto en el dolor como en el placer.

La primera parte de este libro trata sobre cómo salir del sufrimiento. Nos presenta una herramienta eficaz para identificar nuestros pensamientos, cuestionarlos y desidentificarnos de ellos. En la segunda parte, la invitación consiste en adueñarnos de nuestro placer y despertar la energía sexual, que es la más potente que tenemos, y que es una conexión directa a la vida.

Si no tuviésemos mecanismos para reconocer nuestro malestar, viviríamos desconectados, sin maneras de entender nuestro mundo.

Sobre el sufrimiento

«Querer dejar de sufrir “para siempre” es otra resistencia a la vida. No me interesa a ese juego. No me inquieta sufrir. Mi trabajo es saber salir de mi infierno. Es de lo único que me tengo que ocupar. Vivir, vivir al máximo y, si algo duele, ocuparme de ello.»

«Las emociones son un semáforo. Cada vez que experimentas rabia, tristeza, miedo, ansiedad, significa que te estás creyendo un pensamiento.»

Las emociones son un indicador. Una consecuencia. No son el origen. Sería algo así como tener fiebre. Ella te indica, por ejemplo, que tienes una inflamación. ¿Qué pasaría si tu cuerpo no manifestara la fiebre? Podrías morir.

Las emociones son un indicador. Una consecuencia. No son el origen, son indicadores de qué pasa en tu mundo.

Con las emociones sucede lo mismo. Si no tuviésemos mecanismos para reconocer nuestro malestar, viviríamos desconectados, sin maneras de entender nuestro mundo.

Emociones como las antes mencionadas son indicadores de qué pasa en tu mundo. ¿De qué nos habla la tristeza? De una no aceptación del pasado. La rabia, de una no aceptación de la realidad tal y como es. La tristeza y la rabia suelen ir juntas. El miedo nos habla de una película que nos contamos sobre el futuro. La ansiedad nos muestra una mente acelerada, orientada al futuro. El miedo y la ansiedad están relacionados también.

Cuando sentimos las emociones, lo único que tenemos que hacer es preguntarnos: ¿Qué me estoy creyendo?»

El placer femenino es inacabable. Las mujeres tenemos una capacidad de sentir placer infinita. Pero la realidad es que en todo el mundo hay muchísimas mujeres bloqueadas.

Sobre la sexualidad

«El placer femenino es inacabable. Las mujeres tenemos una capacidad de sentir placer infinita. Pero la realidad es que en todo el mundo hay muchísimas mujeres bloqueadas. No importa en qué ciudad hayas nacido, no importa la clase social de la que provengas, hay mucha insatisfacción a este respecto.

Algunos de los bloqueos más habituales en las mujeres son: complejos físicos, falta de deseo sexual, anorgasmia, dolor en la penetración, frustración por no poder tener orgasmos con el punto G (aunque sí con el clítoris), dificultad para llegar al orgasmo (solas o en pareja), dificultad para llegar al orgasmo en pareja, aunque sí lleguen solas.»

Elma Roura es la creadora de un proceso pionero en España basado en aprender a elevar la energía sexual. 

Elma Roura es la creadora de un proceso pionero en España basado en aprender a elevar la energía sexual. (…) Actualmente tiene su propio centro, el Espacio Desarrolla-te, en el que ofrece sesiones individuales e imparte talleres siguiendo su propia metodología, fundamentada en la conexión de estas dos áreas de conocimiento: la gestión del dolor y la gestión del placer.

Fuente: Briseida Zenobia, Todo Literatura; República Ibérica de las Letras, 12 de abril de 2020

Maruja Torres, La valentía de ser vieja

La próxima semana, la señora María Dolores Torres Manzanera cumplirá 80 años. Si en 1957, a través de su amiga Amparito, con quien frecuentaba el Centre Excursionista de Catalunya, no hubiera trabado amistad con un chico un año mayor que ella, de nombre Ramon y de apellido Moix, quizás ahora celebraría rodeada de la familia este cumpleaños y explicaría a los nietos sus orígenes, en el Barrio Chino, en un ambiente maloliente, donde la ropa nunca estaba seca porque la humedad era perenne. Quizá también evocaría una infancia sórdida entre la Rambla y Montjuïc, en el gueto de los murcianos, en la que el padre, camarero y barman, amenazaba a la madre, que cosía y fregaba, y la pegaba, empujado por una borrachera también perenne.

El tal Ramón (y un tal Manolo, también ciudadano del Raval) incidieron en la vida de aquella chica, que ya tenía entonces nociones de contabilidad y mecanografía, y que, ella sola, ya sabía que lo que tocaba, si quería sobrevivir, era cambiar de existencia, a través de la lectura, del instinto del autodidacta que se afana por ir más allá.

Aquella chica del Raval se acabó llamando Maruja y dijo, con los años, que «uno pertenece a lo que pertenece, pero uno mismo debe saber que él es el responsable de sus actos». Es decir, que no se puede llorar por los orígenes, sino asumirlos, porque «cada uno es hijo de su lengua y de su historia». Uno de esos amigos adolescentes también optó por cambiar de nombre y fue conocido como Terenci Moix; el otro era Manuel Vázquez Montalbán. Con ellos (y con unos cuantos más, como Ana María, la hermana de Ramon) acudieron al cine y vieron películas y leyeron y bebieron «como una manada de búfalos».

Y, mientras tanto, Maruja escribía en una libreta forrada de plástico negro y después en la Página Femenina del diario La Prensa. Y en Garbo y en Fotogramas y en Por Favor. Y en tantos otros medios, como El País. Y se convertía en la mujer que vivió, miró y escuchó y describió, «a partir del germen de una emoción», la historia cotidiana de un país, pero también los horrores de las guerras, los paisajes queridos, las novelas «deseobiográficas», en las que «arreglaba lo que no fue como me habría gustado», o «preveía lo que me gustaría que sucediera». La literatura, dice, «es estar en los lugares como si no estuvieras; desdoblarse».

De hecho, no sé por qué hablo en pasado. Maruja Torres cumplirá 80 años la próxima semana y conserva las plenas facultades que le han hecho ser una cronista excepcional, una mujer libre, sin una pareja o unos hijos que, muy probablemente, nos habrían hecho perder el testimonio único de quien entiende el periodismo como un sacerdocio, del que se enfrenta a la vida (y, ahora, a la vejez) como una aventura singular, atrevida.

Hace poco, Maruja Torres paseaba por Roma con Jordi Évole. Caminaban por Piazza Navona, se sentaban en una coctelería, almorzaban frente a una estatua de Bernini, charlaban sentados en la cama del hotel. En el programa Lo de Évole, veíamos a la Maruja de siempre, desenvuelta y descarada, hablando de masturbaciones y de sexo, de enamoramientos y pasiones («creo en ellas, pero el amor de larga duración, para mí, es la amistad»), de memorias y de luchas.

Una Maruja en plena forma, divertida y mordaz, que dibujó la vejez con un coraje colosal y al mismo tiempo tranquilo, pausado: «Hay que ser más valiente para ser viejo que para ir a la guerra», porque los soldados todavía piensan que sobrevivirán, mientras que los viejos saben que «su decrepitud avanza».

Una Maruja que lucha contra «el encorvamiento prematuro», contra la simulación afectada. «Ser vieja no es un insulto», dice, «es un logro». En la vejez donde vas perdiendo facultades, donde «te tienes que ir conformando y tienes que saber irte», pervive «la niña que fuiste», y todo es nuevo como el primer día.

Hay un momento, en la entrevista, en el que rememora la muerte de su compañero y amigo Juantxu Rodríguez en Panamá a manos de las tropas estadounidenses. Cuando regresa a Barcelona, decide recorrer los lugares en los que ha estado feliz y toma un dry martini para comprobar que, efectivamente, está viva. Que la vida continúa, que el dolor debe atarse corto, como un perro rabioso que no se puede alborotar.

Y recalca que es bebedora, no para olvidar («lo recuerdo todo»), sino para disfrutar del momento, para saber que estás allí y que todavía hay tiempo antes de que llegue el momento de decir adiós en una playa de Beirut, mientras se pone el sol.

Fuente: Josep María Fonalleras, El Periódico, 10 de marzo de 2023

Clarissa Pinkola Estés, Criaturas hambrientas

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Una criatura hambrienta toma lo primero que encuentra a mano en su camino, sin importar cómo de adecuado o letal sea para ella.

La interpretación que Clarissa Pinkola Estés, autora de Mujeres que corren con los lobos, hace del cuento «Las zapatillas rojas» es la siguiente:

Para ella todo empieza con la pérdida de las zapatillas rojas hechas por una misma, que simbolizarían los dones innatos que tiene cada mujer y también su capacidad instintiva; esa sabiduría ancestral e inconsciente que Clarissa llama «La mujer salvaje». Al encontrarnos apresadas por un sistema de valores, una cultura, que desprecia y reniega de esos aspectos (la anciana que acoge a la niña, que en principio la salva pero a la vez la domestica en exceso) y nos impone unos límites que muy a menudo chocan frontalmente con lo que somos, se produce una especie  de hambre, de vacío, que nos aboca con mucha frecuencia a los excesos y los errores.

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Todo empieza con la pérdida de las zapatillas rojas hechas por una misma, que simbolizarían los dones innatos que tiene cada mujer y también su capacidad instintiva; esa sabiduría ancestral e inconsciente que Clarissa llama «la mujer salvaje».

Una criatura hambrienta toma lo primero que encuentra a mano en su camino, sin importar cómo de adecuado o letal sea para ella. Pero es que además las situaciones de cautiverio abotargan nuestros instintos y nos despojan de gran parte de las capacidades que nos alertan de los peligros.

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Al encontrarnos apresadas por un sistema de valores, una cultura, que desprecia y reniega de esos aspectos (la anciana que acoge a la niña, que en principio la salva pero a la vez la domestica en exceso) y nos impone unos límites que muy a menudo chocan frontalmente con lo que somos, se produce una especie de hambre, de vacío, que nos aboca con mucha frecuencia a los excesos y los errores.

Así, Clarissa Pinkola Estés pone como ejemplo a algunas mujeres notables, valientes y creativas, que vieron su vida truncada por historias parecidas. Artistas como Janis Joplin, Billie Holliday, Anne Sexton, Sylvia Plath, Edith Piaf… que fueron arrinconadas por la cultura que las rodeaba, aplastado su espíritu por las exigencias de la opinión y los valores colectivos. Cuando se desataron… Bien, entonces ya era tarde y no supieron detenerse.

 

Fuente: http://literatura-con-estrogenos.blogspot.com

Clarissa Pinkola Estés, «Las Zapatillas Rojas»

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«Las zapatillas rojas» nos muestra cómo se inicia el deterioro y a qué estado nos reducimos si no intervenimos en nombre de nuestra propia naturaleza salvaje.

La verdad psicológica que encierra el cuento de «Las zapatillas rojas» es que a una mujer se le puede arrancar, robar y amenazar su vida más significativa o se la puede apartar de ella por medio de halagos a no ser que conserve o recupere su alegría básica y su valor salvaje.

El cuento nos invita a prestar atención a las trampas y los venenos con los que fácilmente tropezamos cuando estamos hambrientas de alma salvaje.

Sin una firme participación en la naturaleza salvaje, una mujer se muere de hambre y cae en la obsesión de los «me siento mejor», «déjame en paz» y «quiéreme…por favor».

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La verdad psicológica que encierra el cuento de «Las zapatillas rojas» es que a una mujer se le puede arrancar, robar y amenazar su vida más significativa o se la puede apartar de ella por medio de halagos a no ser que conserve o recupere su alegría básica y su valor salvaje.

Cuando se muere de hambre, la mujer acepta cualquier sucedáneo que se le ofrezca, incluyendo los que, como placebos inútiles, no le sirven absolutamente para nada y los que son destructivos, amenazan su vida y le hacen perder lastimosamente el tiempo y las cualidades o exponen su vida a peligros físicos. El hambre del alma induce a la mujer a elegir cosas que la harán bailar locamente y sin control… hasta llegar finalmente a la casa del verdugo.

Por consiguiente, para comprender más profundamente este cuento, tenemos que percatarnos de que una mujer puede extraviar totalmente el camino cuando pierde su vida instintiva y salvaje. Para conservar lo que tenemos y encontrar de nuevo el camino de lo femenino salvaje, tenemos que saber qué errores comete una mujer que se siente tan atrapada. Entonces podremos retroceder y reparar los daños. Entonces podrá tener lugar la reunión.

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La pérdida de las zapatillas rojas hechas a mano representa la pérdida de la vida personalmente diseñada y de la apasionada vitalidad de una mujer, así como la aceptación de una existencia excesivamente domesticada.

Tal como veremos, la pérdida de las zapatillas rojas hechas a mano representa la pérdida de la vida personalmente diseñada y de la apasionada vitalidad de una mujer, así como la aceptación de una existencia excesivamente domesticada, lo cual conduce a la larga a la pérdida de una percepción fiel, que provoca a su vez los excesos que llevan a la pérdida de los pies, la plataforma que nos sostiene, nuestra base, una parte muy profunda de la naturaleza instintiva que sostiene nuestra libertad.

«Las zapatillas rojas» nos muestra cómo se inicia el deterioro y a qué estado nos reducimos si no intervenimos en nombre de nuestra propia naturaleza salvaje.

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Los excesos que llevan a la pérdida de los pies, la plataforma que nos sostiene, nuestra base, una parte muy profunda de la naturaleza instintiva que sostiene nuestra libertad.

No nos engañemos, cuando una mujer se esfuerza por intervenir y luchar contra su propio demonio cualquiera que éste sea, su esfuerzo es una de las batallas más dignas que se pueden emprender tanto desde el punto de vista arquetípico como desde la perspectiva de la realidad consensual.

Aunque la mujer pudiera llegar como en el cuento hasta el fondo del mayor de los abismos por medio del hambre, la captura, el instinto herido, las elecciones destructivas y todo lo demás, el fondo es el lugar que alberga las raíces de la psique. Allí están los apuntalamientos salvajes de la mujer. El fondo es el mejor terreno para sembrar y volver a cultivar algo nuevo. En este sentido, alcanzar el fondo, aunque sea extremadamente doloroso, es también llegar al terreno de cultivo.

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El fondo es el lugar que alberga las raíces de la psique. Allí están los apuntalamientos salvajes de la mujer. El fondo es el mejor terreno para sembrar y volver a cultivar algo nuevo. En este sentido, alcanzar el fondo, aunque sea extremadamente doloroso, es también llegar al terreno de cultivo.

Aunque por nada del mundo desearíamos la maldición de los perjudiciales zapatos rojos y la consiguiente disminución de vida ni para nosotros ni para las demás, hay en esta ardiente y destructiva esencia algo que combina la vehemencia con la sabiduría en la mujer que ha bailado la danza maldita, que se ha perdido a sí misma y ha perdido la vida creativa, que se ha precipitado al infierno con un barato (o caro) bolso de mano y que, sin embargo, se ha mantenido aferrada en cierto modo a una palabra, un pensamiento, una idea hasta que, a través de una rendija, pudo escapar a tiempo de su demonio y vivir para contarlo.

Por consiguiente, la mujer que ha perdido el control bailando, que ha perdido el equilibrio y ha perdido los pies y comprende el estado de privación a que se refiere el final del cuento de hadas, posee una sabiduría valiosa y especial. Es como un saguaro, un espléndido y hermoso cactus que vive en el desierto.

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La mujer que ha perdido el control bailando, que ha perdido el equilibrio y ha perdido los pies y comprende el estado de privación a que se refiere el final del cuento de hadas, posee una sabiduría valiosa y especial.

A los saguaros se los puede llenar de orificios de bala, se les pueden practicar incisiones, se los puede derribar y pisotear, y ellos siguen viviendo, siguen almacenando el agua que da la vida, siguen creciendo salvajes y, con el tiempo, se curan.

Los cuentos de hadas terminan al cabo de diez páginas, pero nuestras vidas, no. Somos unas colecciones de varios tomos. En nuestras vidas, aunque un episodio equivalga a una colisión y unas quemaduras siempre hay otro episodio que nos espera y después otro. Siempre hay oportunidades de arreglarlo, de configurar nuestras vidas de la manera que merecemos. No hay que perder el tiempo odiando un fracaso. El fracaso es mejor maestro que el éxito. Presta atención, aprende y sigue adelante.

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Siempre hay oportunidades de configurar nuestras vidas de la manera que merecemos. No hay que perder tiempo odiando un fracaso. El fracaso es mejor maestro que el éxito. Presta atención, aprende y sigue adelante.

Eso es lo que estamos haciendo con este cuento. Estamos prestando atención a su antiguo mensaje. Estamos aprendiendo lo que son las pautas perjudiciales para poder seguir adelante con la fuerza propia de quién puede presentir las trampas, las jaulas y los cebos antes de caer en ellos o ser atrapados por ellos.

Clarisa Pinkola Estés, Mujeres que corren con los lobos, Capítulo 8: «Las zapatillas rojas»

Fuente: https://gestaltcadiz.blogspot.com

Clarissa Pinkola Estés: «El patito feo»

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Hay que dedicar menos tiempo a pensar en lo que ellos no dieron y más tiempo a buscar a las personas que nos corresponden.

«A veces a la mujer salvaje la vida le falla desde el principio. Muchas mujeres son hijas de unos progenitores que en su infancia las estudiaban, preguntándose cómo era posible que aquella pequeña intrusa hubiera conseguido introducirse en la familia. Otros (…) se pasaban el rato con los ojos en blanco sin prestar la menor atención a su hija o bien la maltrataban o la miraban con frialdad.

Hay que dedicar menos tiempo a pensar en lo que ellos no dieron y más tiempo a buscar a las personas que nos corresponden (…) Es muy posible que desde un punto de vista genético, pertenezca a su familia, pero por temperamento se incorpore a otro grupo de personas.»

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El antiguo tema del cuento es el de lo insólito y lo desvalido, una semihistoria perfecta de la Mujer Salvaje.

«Hans Christian Andersen escribió docenas de cuentos literarios acerca de los huérfanos. Era un gran defensor de los niños perdidos y abandonados y un firme partidario de la búsqueda de los que son como nosotros.

Su versión del «Patito feo» se publicó por primera vez en 1845. El antiguo tema del cuento es el de lo insólito y lo desvalido, una semihistoria perfecta de la Mujer Salvaje.»

«El tema de «El patito feo» es universal. Todos los cuentos del «exilio» contienen el mismo significado esencial, pero cada uno de ellos está adornado con distintos flecos y ringorrangos que reflejan el fondo cultural del cuento y la poesía de cada cuentista en particular».

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El patito del cuento es un símbolo de la naturaleza salvaje que, cuando las circunstancias la obligan a pasar penurias nutritivas, se esfuerza instintivamente en seguir adelante ocurra lo que ocurra…

«Muchos cuentos de hadas y mitos se centran en el tema del proscrito (…) la figura principal se siente torturada por unos acontecimientos que la rebasan, con frecuencia a causa de un doloroso descuido. En «La bella durmiente» [la maldición del hada que por olvido no es invitada al bautizo], da lugar a que la niña sea objeto de una maldición que exigía a todo el mundo de una u otra forma.»

Los significados esenciales que aquí nos interesan son los siguientes: El patito del cuento es un símbolo de la naturaleza salvaje que, cuando las circunstancias la obligan a pasar penurias nutritivas, se esfuerza instintivamente en seguir adelante ocurra lo que ocurra (…).»

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La incomprensión, la crueldad de la ignorancia o la maldad deliberada provocan una temprana herida. Cuando ello ocurre, una niña empieza a creer que las imágenes negativas que su familia y su cultura le ofrecen de ella no sólo son totalmente ciertas sino que, además, están totalmente libres de prejuicios, opiniones y preferencias personales. La niña empieza a creer que es débil, fea e inaceptable.

«En el cuento, las distintas criaturas de la aldea contemplan al patito «feo» y de una u otra forma lo consideran inaceptable. En realidad, no es feo, pero no se asemeja a los demás (…) al final, [la mamá pata] se siente emocionalmente dividida y deja de preocuparse por aquel extraño retoño.

(…) el patito feo se muere de pena al verse rechazado por los suyos (…) pues él no ha hecho nada para merecer este trato como no sea el hecho de ser distinto y comportarse de una manera distinta (…)».

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Las niñas que poseen una acusada naturaleza instintiva suelen experimentar un considerable sufrimiento en las etapas iniciales de su vida.

«Las niñas que poseen una acusada naturaleza instintiva suelen experimentar un considerable sufrimiento en las etapas iniciales de su vida. Desde su más tierna infancia se sienten cautivas y domesticadas y les dicen que son tercas y se portan mal. Su naturaleza salvaje se revela muy pronto. Son niñas muy curiosas y astutas y ponen de manifiesto unas excentricidades que, debidamente desarrolladas, constituyen la base de su creatividad durante todo el resto de sus vidas.»

«(…) la incomprensión, la crueldad de la ignorancia o la maldad deliberada [provocan] una temprana herida. Cuando ello ocurre, una niña empieza a creer que las imágenes negativas que su familia y su cultura le ofrecen de ella no sólo son totalmente ciertas sino que, además, están totalmente libres de prejuicios, opiniones y preferencias personales. La niña empieza a creer que es débil, fea e inaceptable (…).»

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El hecho de descubrir a la propia familia psíquica confiere a la persona vitalidad y sensación de pertenencia.

«Otro importante aspecto del relato es el de que, cuando [un individuo] se ve rodeado por el reconocimiento y la aceptación psíquicas, la persona percibe la vida y el poder con más fuerza que nunca. El hecho de descubrir a la propia familia psíquica confiere a la persona vitalidad y sensación de pertenencia.»

«Por primera vez, los de su clase se acercaron a él y lo acariciaron suave y amorosamente con las puntas de sus alas. Le atusaron las plumas con sus picos y nadaron repetidamente a su alrededor en señal de saludo».

(Versión de la autora, basada en la narrada en lengua magiar por mujeres de su familia)

Clarissa Pinkola Estés, «Mujeres que corren con lobos», capítulo 6, El hallazgo de la manada: La dicha de la pertenencia.

 

Fuente: http://mujerenloscincuenta.blogspot.com  (septiembre de 2016)

«El Patito Feo», el exilio del alma.

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En el cuento de «El patito feo», la doctora Estés trata del exilio del alma animando a resistir a aquellas mujeres que han sido maltratadas por su propia familia…

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Cuando decidimos ser nosotros mismos, somos exiliados por nuestro clan y cuando decidimos ser lo que los demás quieren, somos exiliados por nosotros mismos y no hay nada peor que perder la identidad del alma.

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Todo niñ@ experimenta su primer exilio cuando comienza a luchar por defender quién es, su espacio y su forma de pensar y sentir, su identidad. Pero a medida que va creciendo y va contaminándose de los demás, comienza a olvidar quién es realmente, su identidad.

Javier Cámara, gente con luz

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Me dije de todo y me di cuenta de que el infierno y el paraíso lo llevamos dentro y quería construirme un lugar amable.

Tuvimos dos citas. La primera, la víspera del confinamiento, en un bar, qué tiempos. Fue su última entrevista cara a cara -y la mía- antes del encierro. La segunda, el miércoles, por videollamada desde su casa, donde vive con su pareja y sus mellizos de dos años, niño y niña, gestados por contrato. De fondo, paredes vacías y pósters por colgar. «Mi vida cabe en una maleta y dos carritos. Queda mal decirlo estos días tristes, pero soy un tío feliz. ¿Tú no lo eres?», espeta. A ver por dónde salgo.

Bueno, todos tenemos mandangas. ¿Usted no las ha tenido?
Dos o tres, muy gordas. Hice terapia cuatro o cinco años. Me paré y me escuché. Me di cuenta de que estaba haciendo las cosas mal y que tenía miedo. Un día me di cuenta de que tenía alas y no sabía usarlas. Entonces el terapeuta, ese señor maravilloso, dijo: vamos a aprender a volar.

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A veces el infierno lo ocultas, pones buena cara, llegas a casa y no te duermes, y no vives.

¿Dónde estaban las alas?
Escondidas. De repente un día soñé con ellas y ahora no cabrían en este cuarto. Me dije: hostia, después de tocar fondo, en un momento muy agrio, … ¿Es una tontería lo que te estoy diciendo no?

No, hábleme de ese clic.
Me caí del caballo y dije: ¿pero de qué coño te quejas? ¿De qué tienes miedo?
¿De que no te llamen? Pero si te están llamando. Absurdo. Idiota. Me dije de todo y me di cuenta de que el infierno y el paraíso los llevamos dentro y quería construirme un lugar amable. A veces el infierno lo ocultas, pones buena cara, llegas a casa y no te duermes, y no vives.

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Me paré y me escuché. Me di cuenta de que estaba haciendo las cosas mal y de que tenía miedo. Un día me di cuenta de que tenía alas y no sabía usarlas.

¿Le duele la cara de sonreír?
Bueno, es que a mí me ha dolido la cara de sonreír toda la vida.

¿Siempre fue el gracioso?
En el cole vi que, o me llevaba las hostias, o los chistes. Siempre hubo gente más graciosa y con más talento. Pero yo he durado. No sé si por fortaleza, inconsciencia, obstinación. Pero estoy aquí, me gano muy bien la vida y empiezo a creer que no van a echarme. Me ha costado 30 años.

Con 53, ¿le chulean sus niños?
Sí, y que sigan. Ahora estoy todo el día con ellos, no estoy en forma y acabo agotado, pero feliz.

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Yo salí de mi pueblo porque me ahogaba. Mi padre tenía dos huertitas y me dijo que yo tenía que ser agricultor. Suspendí COU, repetí, hice cosas tremendas…

¿Qué le han enseñado?
A no tener miedo. Sé que es todo lo contrario a lo que un padre viejo diría, pero ahora no tengo miedo a nada, y es por ellos.

En Vamos, Juan, el protagonista va a Turquía a ponerse pelo. ¿Ha tenido tentaciones?
Una profesora de Arte Dramático me soltó: creo que vas a hacer teatro. Cine y televisión no, porque tienes los ojos pequeños y te vas a quedar sin pelo. Te juro que la creí. No le guardo rencor. Desde joven supe que me iba a faltar el pelo, nunca me ha dado pudor.

¿Nunca quiso ser estrella?
Yo salí de mi pueblo porque me ahogaba. Mi padre tenía dos huertitas y me dijo que yo tenía que ser agricultor. Suspendí COU, repetí, hice cosas tremendas… Y un profesor me dijo: ¿por qué no pruebas en la escuela de Arte Dramático? Fue una huida hacia delante. Te juro que hay una parte en mi hipotálamo que sigue siendo ese chico de Albelda. Pero ese profesor me espoleó. Le amo.

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Mi vida cabe en una maleta y dos carritos. Queda mal decirlo estos días tristes, pero soy un tío feliz. ¿Tú no lo eres?

Con María Pujalte tiene más que química. ¿Qué es lo suyo?
Una amistad bruta. La quiero. Me ha puesto las pilas bien puestas dos o tres veces en la vida.

¿Echándole la bronca?
Ella fue la que un día me dijo: «Perdona, Javier, no quiero faltarte al respeto, pero creo que necesitas ir a terapia». Y ahí empezó la etapa más clarificadora de mi vida. Hay gente a la que no puedo engañar. Que me desnuda. Ella, Carmen Machi, Ricardo Darín. Quiero trabajar con ellos porque es cuando más libre estoy.

¿Quién es la mujer de su vida?
Primero la madre que me parió. Después la mujer que parió a mis hijos, y mi niña, las más importantes de mi vida. Y luego, todas las mujeres que me han ayudado a ser quien soy. Las tías me han puesto las pilas toda la vida.

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Un día me di cuenta de que tenía alas y no sabía usarlas. Entonces el terapeuta, ese señor maravilloso, dijo: vamos a aprender a volar.

¿Qué haría Juan, el político que interpreta, en esta crisis?
No tendría ni puta idea. Empatizo con las caras de estupor que tienen ahora los políticos. O alivio por no estar en primera línea. Los guionistas y yo nos llamamos: «¿Cómo será esa cara cuando se apague el foco?. Eso queremos rodar. La cara real de la política.

Fuente: Luz Sánchez-Mellado, El País del 12 de abril de 2020

Hijos de padres narcisistas

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Desde muy pequeños sienten que algo no está bien y tratan de «componer» la situación, de ser mejores hijos para agradarles, de andar de puntillas para no incomodar y obtener algo de atención.

Queremos hoy dedicarnos a los hijos de narcisistas o psicópatas, víctimas silenciosas de un abuso invisible pero debilitante. Hay varios escenarios posibles en una familia en la cual uno de los padres tiene estos desórdenes de personalidad. Sin embargo nos enfocaremos en dos de los más probables: el cónyuge sin el desorden se da cuenta del abuso, se separa y trata de que el padre/madre sin conciencia no afecte la salud emocional del niño; o el cónyuge sin el desorden no logra reconocer la situación patológica y tratan de adaptarse a los designios del psicópata o narcisista.

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Los hijos que vivieron este tipo de abuso se convierten en niños y adultos profundamente empáticos al haber tratado durante años a descifrar a sus padres.

Generalmente, en ambos casos los hijos que vivieron este tipo de abuso se convierten en niños y adultos profundamente empáticos al haber tratado durante años de descifrar a sus padres. Desde muy pequeños sienten que algo no está bien y tratan de «componer» la situación, de ser mejores hijos para agradarles, de andar de puntillas para no incomodar y obtener algo de atención. Se ven forzados a ser adultos antes de tiempo y a ser responsables en exceso (lo opuesto de los psicópatas y narcisistas que viven en una eterna edad emocional de cinco años creyendo que la realidad debe adaptarse a sus pulsiones y deseos inmediatos). Suelen, también, ser muy complacientes con los demás y les cuesta poner límites (características que otros «predadores» pueden reconocer y tratar de explotar). Su extrema sensibilidad también los puede llevar al abuso de sustancias y alcohol si no encuentran personas que los contengan y escuchen. En algunas ocasiones, sobre todo en aquellas en las que el tema se negó y el padre complementario lo aceptó silenciosamente, estos niños al llegar a la edad adulta tienden a copiar y adoptar la dinámica de manipulación narcisista y la distancia emocional que existía en su familia. Una intervención temprana por parte de la familia, educadores y terapeutas puede corregir estos comportamientos patológicos (por supuesto si se es consciente del abuso imperante, de lo contrario la intervención será imposible).

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Suelen, también, ser muy complacientes con los demás y les cuesta poner límites (características que otros «predadores» pueden reconocer y tratar de explotar). Su extrema sensibilidad también los puede llevar al abuso de sustancias y alcohol si no encuentran personas que los contengan y escuchen.

En el primer caso el padre o madre que se separó del/la abusador/a tendrá un arduo camino por delante pero, a largo plazo, será más beneficioso para los niños. El sociópata le hará la vida imposible: lo acusará de no cuidar a los pequeños, hará denuncias falsas en los tribunales y manipulará no solo a los niños sino a los propios familiares de la víctima para aislarla. Dirá que descubrió que su ex pareja es mitómana/o invalidando cualquier cosa que pueda decir sobre la verdadera personalidad del abusador. Tal es el caso de una mujer narcisista que llegó a decir a las maestras de sus hijos que su marido (quien estaba a cargo de los hijos durante la semana y muchos fines de semana) era un mentiroso y un incompetente. Por fortuna, el director del colegio era un hombre prudente y pidió a los docentes que no permitiera que la madre viniera con rumores a la escuela.

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Los padres y madres psicópatas o narcisistas demandan admiración y devoción. Nada es suficiente, siempre quieren más y más cosas de sus hijos. Para esto los manipularán o los harán sentir culpables.

En el segundo caso, cuando no se reconoce el abuso y la familia entera responde a los caprichos del/la sociópata, éste/a alternará entre momentos de abuso, triangulación y mentiras con otros momentos de luna de miel y atenciones pródigas (por ejemplo, puede primero ignorar a los niños, tratarlos mal, engañar a su conyugue para luego conformarlos con algunas cosas tiernas, regalos carísimos, fiestas y promesas). Los niños pueden pasar toda su vida tratando de entender cuál de esas dos caras es la verdadera de su padre/madre. Cuanto más pequeños sean, más se van a esforzar en recordar «la parte buena». La negación y el desplazamiento de emociones son mecanismos de preservación de su psiquismo. La verdad les es muy difícil de digerir.

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Éste/a alternará entre momentos de abuso, triangulación y mentiras con otros momentos de luna de miel y atenciones pródigas (…). Los niños pueden pasar toda su vida tratando de entender cuál de esas dos caras es la verdadera de su padre/madre.

Los padres y madres psicópatas o narcisistas demandan admiración y devoción. Nada es suficiente, siempre quieren más y más cosas de sus hijos. Para esto los manipularán o los harán sentir culpables. Ellos narrarán historias de infancias tristes, inventaran accidentes o exageraran dolencias leves para que los hijos atiendan sus necesidades que pueden ir desde fingir tener la familia perfecta para que su medio social no sospeche de su doble (triple/cuádruple) vida, hasta préstamos de dinero (que rara vez serán devueltos) o cuidados de tiempo completo.

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Los niños pueden pasar toda su vida tratando de entender cuál de esas dos caras es la verdadera de su padre/madre. Cuánto más pequeños sean, más se van a forzar en recordar «la parte buena». La negación y el desplazamiento de emociones son mecanismos de preservación de su psiquismo. La verdad les es muy difícil de digerir.

Los padres narcisistas tratan de poner a los distintos miembros de la familia uno en contra del otro. El/ella fingirá tener una relación especial con cada uno. Logrará mantener esa situación por mucho tiempo ya que son camaleones consumados. Si alguno de sus hijos, ya adolescentes o adultos, comienza a entender su patología y su juego, el progenitor comenzará a inventar mentiras contra ese hijo, o torcerá cosas que sucedieron para que parezcan distintas y  las malinterpreten (recuerda que usan unas gotas de verdad en un relato totalmente mentiroso para darle credibilidad). Usará incluso lo que comúnmente se conoce como mentiras preventivas (también muy utilizadas por los sociópatas en el ámbito laboral) como por ejemplo advertir a toda la familia que la víctima dirá cosas feas sobre él/ella porque en realidad se está vengando por una antigua disputa (por ejemplo de dinero). El cerebro parece crear una impronta con esa información que luego es muy compleja de desarticular. Es una estrategia del tipo «el que llega primero, gana». Cuando la víctima les advierte lo que el/la narcisista está haciendo por detrás no le creerán y lo aislarán.

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Hay padres narcisistas muy autoritarios y exigentes, mientras que otros son ausentes y condescendientes con cada capricho de su hijo para no ser molestados.

Un caso muy ilustrativo llevado al cine y al teatro es la obra «Agosto» (puedes buscar la versión del 2013 con Meryl Streep y Julia Roberts). En ella la madre es una mujer con todas las características de la psicopatía pero sin el carisma y la elegancia que los psicópatas suelen usar para «encantar» a su entorno. Ella es abiertamente desagradable. A los espectadores nos resulta evidente, y a algunos personajes también, que es incapaz de sentir amor. Expresa todo su vacío y su oscuridad en mentiras y manipulaciones. Hay también un personaje secundario que es un narcisista locuaz y embaucador al que muchos de la familia deciden perdonar a pesar de haber dado drogas y tratado de seducir a una chica de 14 años. No todos los casos en la vida real son tan evidentes porque los narcisistas son hipócritas y fingen todo lo que no son. Hay hijos que solo logran ver la verdad y comenzar a sanar luego de 10, 20 y 30 años de abuso encubierto.

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A los espectadores nos resulta evidente, y a algunos personajes también, que es incapaz de sentir amor. Expresa todo su vacío y su oscuridad en mentiras y manipulaciones.

La terapeuta Martha Beck relata en su libro Steering by starlight el caso de una paciente adulta que no lograba salir adelante con su vida y que tenía todos los síntomas de abuso emocional pero que no lo podía relacionar a sus vínculos familiares. Sin embargo comenzó a notar que su padre tenía una dinámica de comportamiento cuanto menos extraña. Tuvo muchas conversaciones con miembros de la familia que se habían alejado. No podía dar crédito a las cosas que escuchaba sobre él. Le comentaba a la Dra. Beck que no lo podía creer, que nunca había conocido un hombre con la capacidad de emoción de su padre que siempre lloraba por su pasado triste. Esta sagaz terapeuta le preguntó si alguna vez lo había visto llorar por alguien más que no fuera él o si lo había visto ayudar a alguien. La paciente enmudeció. Tuvo su momento de revelación.

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En algunas ocasiones, sobre todo en aquellas en las que el tema se negó y el padre complementario lo aceptó silenciosamente, estos niños al llegar a la edad adulta tienden a copiar y adoptar la dinámica de manipulación narcisista y la distancia emocional que existía en su familia.

Finalmente hay otras características que no se presentan en todos los casos pero que son frecuentes: hay padres narcisistas muy autoritarios y exigentes, mientras que otros son ausentes y condescendientes con cada capricho de su hijo para no ser molestados (y de paso dejar en el papel de «malo» al cónyuge que intente darle pautas de conductas normales a su niño/a). Asimismo, hay padres o madres que aún cuando sus hijos son adultos tratan de que los matrimonios o parejas que hayan podido formar, fracasen. Esto lo logran con las técnicas que hemos descrito en los párrafos anteriores.

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Asimismo, hay padres o madres que aún cuando sus hijos son adultos tratan de que los matrimonios o parejas que hayan podido formar, fracasen. Esto lo logran con las técnicas que hemos descrito en los párrafos anteriores.

Se desprende de todo lo analizado que la mejor forma de manejar a un padre/madre (o hermano/a) con estos desordenes destructivos es la distancia, el contacto cero y, en el caso de los niños pequeños, el contacto mínimo y/o supervisado. Lo ideal es que los hijos puedan irse de sus casas al llegar a la adultez pero sabemos que la situación laboral y económica muchas veces precaria no se lo permite.

 

Fuente: https://sobreviviendoapsicopatasynarcisistas.wordpress.com,  10 de febrero de 2015

Pino Montesdeoca, modelo de 57 años: «Estuve a punto de morir, después solo pensaba en vivirlo todo»

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Al llegar a España no pensaba más que en seguir adelante con mi vida y vivirlo todo.

Quizá hayas visto su cara. Pino de Montesdeoca ocupa portadas, marquesinas y pasarelas, pero no siempre ha sido así. Esta canaria trabajaba en un financiero en Bahamas hasta que un mosquito truncó lo que había sido su vida: el dengue hemorrágico casi la mata. La cosa fue tan seria que hasta recibió la extremaunción. Y tuvo que regresar.

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Tenía 53 años y se encontraba alejada de lo que había hecho siempre. Pero lo que parecía un final se convirtió en un nuevo comienzo.

«Al llegar a España no pensaba más que en seguir adelante con mi vida y vivirlo todo», nos cuenta. Tenía 53 años y se encontraba alejada de lo que había hecho siempre. Pero lo que parecía un final se convirtió en un nuevo comienzo con la complicidad de tres personas de su entorno. La pareja de su hija, el fotógrafo Coke Riera, le hizo una sesión de fotos. El estilista Joseba Errasti la vistió, peinó y maquilló. Y su hija menor, Carlotta, llevó las fotos a una agencia. El trabajo le llegó de inmediato. Pino agradece haber sabido sacar provecho de las situaciones que se le presentaron: «Con los limones que me dio la vida hice limonada». Y, pasados los 50 años, empezó a jugar.

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«Con los limones que me dio la vida hice limonada». Y, pasados los 50 años, empezó a jugar.

Hoy, con 57, es modelo y actriz de publicidad. Abanderada del pelo blanco. Y con una actitud poderosa que es toda una declaración de intenciones. «¡La actitud! ¿Qué sería yo sin actitud?, exclama. Dice que su esencia es la misma de siempre, al margen de las circunstancias, del entorno y de la cifra que apareció en sus últimas velas de cumpleaños.

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Con su melena plateada ha venido a demostrar que los paradigmas están cambiando.

Proyecta la imagen de una mujer vital, y su carisma y su energía son las claves que marcan lo que quiere aportar al mundo de la moda. Con su melena plateada ha venido a demostrar que los paradigmas están cambiando. «La moda no sabe de edad, existe como herramienta de expresión y tanto jóvenes como séniors cumplimos un cometido», afirma. A raíz de su enfermedad y su posterior recuperación, comenzó a adorar y admirar su cuerpo, lo que hoy es su herramienta de trabajo. Un cuerpo que siente fuerte y que le da la posibilidad de ser quién es.

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«La moda no sabe de edad, existe como herramienta de expresión y tanto jóvenes como séniors cumplimos un cometido»

Cada arruga es un símbolo de su experiencia. Las marcas se la rifan, ha sido imagen de numerosas firmas y ha desfilado en las pasarelas de la Semana de la Moda. Con Instagram, ha encontrado una manera de descubrirse a sí misma. Y más de 17.000 personas también la han descubierto a ella en esta red social. Se ha convertido así en una influencer de la nueva era en la que tener 20 años no es condición sine qua non para triunfar.

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A raíz de su enfermedad y su posterior recuperación, comenzó a adorar y admirar su cuerpo, lo que hoy es su herramienta de trabajo. Un cuerpo que siente fuerte y que le da la posibilidad de ser quién es.

«Lo que he aprendido de la vida es que el único control que existe está en mis decisiones, yo decido si disfruto o me amargo, yo decido si me levanto o me quedo en el suelo». El éxito le ha llegado en un momento en el que la madurez y la experiencia le han aportado la tranquilidad de saber dónde pisa. «Ahora sé que no sé tanto y que soy más de lo que me creía a los 20», reconoce cuando le pedimos echar la vista atrás hasta su primera juventud.

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«Lo que he aprendido de la vida es que el único control que existe está en mis decisiones, yo decido si disfruto o me amargo, yo decido si me levanto o me quedo en el suelo».

Segura de sí misma y consciente de quién es. Pino Montesdeoca admite que sólo quiere ofrecer una imagen de una mujer con sus circunstancias, una mujer de su edad. Nada más. Y nada menos. Quizá sea necesario hacer una relectura de los referentes mayores de 50 años. Y Pino, de reinventar y reinventarse, sabe.

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«Ahora sé que no se tanto y que soy más de lo que me creía a los 20», reconoce cuando le pedimos echar la vista atrás hasta su primera juventud.

Fuente: Mara Jarones, «Uppers», 20 de septiembre del 2019